La enfermera de Benimàmet a la que llegó su gran hora

1998, 2002, 2003 y 2004. Hubo un tiempo en el que la plaza de Luis Cano cogió carrerilla y se hacía con un billete en el salón de la fama. Parecía Luis Cano y doce más. Luego vino Aisha en 2014, Marina en 2022 y ahora llama a la puerta Paula Doménech, fallera de toda la vida por parte materna en la comisión 121. «Toda mi familia ha sido de Luis Cano, que está a dos minutos de casa andando. Me apuntaron desde que nací. No hay opción a no ser fallero o fallera». Llegaron los abuelos desde Socuéllamos y Linares e hicieron la vida en Benimàmet. «Vivo a dos minutos de la falla».

Paula salda ahora una deuda consigo misma. «No tuve la opción de ser infantil. De pequeña era muy tímida. No me veía siendo la cara visible de la comisión en aquel momento». Y el de mayor se ha hecho esperar acercándose a los 30 años. «Llevaba tiempo con el runrún de la ser fallera mayor. En 2019 fue mi tía y creo que ahí, al verlo tan cerca, ya vimos que llegaba el momento, el empujón definitivo. Y este año ha sido el idóneo». 

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Enfermera en Gestión y Documentación

Para ello, también ha tenido los hados de cara en lo laboral: «soy enfermera». Pero ha estado trabajando alejada de la arena. «Estoy en el Hospital General en Gestión y Documentación Sanitaria. Este año me ha venido muy bien el turno que llevamos». Echa de menos el trato de batalla, pero la oficina ha venido muy bien. «Yo disfruto mucho la relación con el paciente y lo he echado de menos, pero por motivos de turno era mucho más fácil y mejor compaginarlo con ser fallera mayor». 

Caído del cielo

Claro que no es tan fácil como decir «pasarme a la oficina, que este año soy fallera mayor». «Pues no, no es así de fácil. Estaba en la UCI del general, se me acabó el contrato, pasé a Traumatología», con todo lo que eso significa, fracturas y huesos reducidos «y al acabar ese contrato me dieron la oportunidad de dedicarme a lo burocrático. En octubre, cuando empezaban fines de semana completos de fallera mayor, me vino caído del cielo. Es trabajar de ocho a tres, de lunes a viernes, sin llevarte trabajo a casa y tanto mis compañeros como la supervisora me lo han puesto muy fácil...».

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Iba para Tripulante de Vuelo, pero...

Un oficio al que llegó con la madurez. «Durante mi infancia me llamaba mucho la atención, los vuelos ,y por eso, quería ser tripulante de vuelo. Una vez la adolescencia pasa y maduro, me gustó mucho la sanidad. Mi primera opción era medicina, pero es muy difícil acceder a esa carrera. Entré en Enfermería y me di cuenta que estar a pie de cama es maravilloso. El año pasado me presenté a la oposición, la aprobé y estoy en proceso de que se resuelta el destino final de la plaza» , relata la joven.

«Soy muy curiosa. Igual me ves aprendiendo alemán en una aplicación de móvil que leyendo un libro de Historia». Ahora tiene una cita con la historia.

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